Una tarta que nos transmite una variedad de sensaciones, desde el crujiente del sablé bretón combinado con la crema frangipane de almendra y su toque ácido de limón, pasando por la cremosidad de la nata y la frescura de las fresas, se convierte en una deliciosa tentación para todos los sentidos.
San Valentín casaba a soldados con sus prometidas en las mazmorras de las carceles del imperio en los tiempos en que el cristianismo fue prohibido por Claudio II.
Al enterarse de los votos matrimoniales que realizaba el santo, mandó capturarlo y traerlo frente a él con la intención de que se excusara, pero por influencia de otros altos funcionarios mandó decapitar a San Valentín.
Los días que estuvo esperando en prisión para su ejecución vio que la hija del juez de la prisión era ciega, y oró pidiendo a Dios que la joven tuviera la dicha de poder ver.
Durante su traslado a la plaza pública para su ejecución, San Valentín le regaló un papelillo a la joven para que lo leyera.
Ella sin entender el motivo ya que era ciega, abrió el papel y por primera vez logró ver y lo primero que vio era una frase que decía «Tu Valentín» como forma de despedida.
Algunos historiadores que apoyan este relato como el único y verdadero aseguran que Valentín se llegó a enamorar de la joven, por lo cual su simbolismo como santo del amor fue mayor.
Si nos dejamos los ingredientes que vayamos a utilizar, encima de la zona de trabajo, cocinaremos de una manera más rápida y eficiente.
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